LA Encuesta de Condiciones de
Vida (ECV) que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística (INE)
arroja sobre Asturias unos datos que no deben ser valorados a la ligera ni
servir de base para discursos triunfalistas, tan del gusto de quienes se
esfuerzan en repetir, con cierta impertinencia, el argumento de nuestra salida
de la crisis, esa en la que nos instalaron y nos instalamos, allá por los
ochenta (muchos estadísticos y encuestas a lo largo del año se empeñan en
aguarles la fiesta).
Que los ingresos medios
mensuales (14 pagas año) de una familia tipo asturiana ronden las 260.000
pesetas es un dato de puro efecto estadístico y tiene que ver con la peculiar
forma de computo de los mismos (véase la ficha técnica de la encuesta) y con el
sostén de los salarios y prejubilaciones del (residual) sector industrial aún en
parte público, y con que el mayor empleador en esta comunidad es la
Administración Pública (más de 60.000 empleos netos sumadas todas las
administraciones, de un total de 400.000 trabajadores).
En una sociedad fuertemente
terciarizada y con un empleo fuertemente precarizado (más del 70% del empleo en
el sector servicios con salarios y condiciones de trabajo leoninas, excepto los
empleos de la administración) que a nadie se le ocurra creer que la familia
media asturiana goza de buena salud económica.
Este mismo argumento determina
nuestra tasa de pobreza relativa, de las más bajas de España, si se tiene en
cuenta que quienes más la sufren son menores de 16 años y mayores de 65 años, y
que en nuestra comunidad la franja de edad de los mayores está a cubierto con
las rentas pasivas que generó el sector productivo en el que la inmensa mayoría
se jubilaron, la industria.
Queda por ver la tendencia a la
reducción de tales pensiones en la medida que las prejubilaciones se tornen
jubilaciones, nuestra sociedad se ancianice como ninguna y comiencen a jubilarse
los adultos que proceden del sector servicios (en menos de 20 años asistiremos a
estos cambios).
Una sociedad como la asturiana
que pese a perder población de forma sistemática (sin el factor corrector de la
inmigración) sigue manteniendo tasas de desempleo por encima de los 55.000
parados desde hace décadas, incapaz aún de generar cambio de tejido productivo,
y a punto de despedirse de vías de financiación complementaria (fondos
europeos), debe mirar con preocupación el futuro.
Otra cosa es analizar el factor
sociológico que explica por qué el consumo y el nivel de endeudamiento familiar
se desmelenan (comportamiento de huida hacia delante, clásico en sociedades en
tensión y sin norte exacto, pendientes de un cambio de tendencia que o no llega
o se hace eterno), especialmente en la vivienda y en la cesta de compra (los
asturianos somos de los primeros consumidores en carnes, pescados y vinos).
Siendo maliciosos (o no tanto,
hay que entender como funciona el aspecto subjetivo en una encuesta) podemos
interpretar de la misma, que la percepción de que nuestro nivel de delincuencia
es bajo porque tenemos poquito que robar, que nuestro nivel de contaminación es
bajo porque se han apagado las chimeneas que daban de comer y nunca tuvimos
afinidades con la ecología mientras el humo dio de comer, por esa misma razón y,
además, nos hemos creído el discurso de la Asturias verde y el paraíso natural (desvertebrado,
pero natural).
Quedan, en fin, otros datos
para el análisis: la correlación entre precariedad de empleo terciarización del
mismo y situación económica de desventaja de las mujeres, la imposibilidad de
las vacaciones familiares para la mayoría de la población a pesar de esa
peculiar percepción de que aquí todo quisque coge la maleta los puentes.
Escrito por Juan Ignacio
González
Fuente de información:
ElComercioDigital