Cuando Borja Fernández recibió
la invitación de jugar con los integrantes del CAI Balonmano Aragón, pensó que
era la mejor forma de pasar el tiempo y de seguir practicando deporte. Él, pívot
del Zaragoza de la Liga LEB, estaba fuera de sitio. Su técnico, Alfred Julbe,
decidió cortarle en vísperas del comienzo de las eliminatorias por el ascenso
para fichar al pívot nigeriano Nkechi Ezugwu, que llegaba de Italia. El
asturiano se quedó sin ficha en el equipo de baloncesto. Pero ayer se convirtió
en el primer jugador de baloncesto que se pasa al balonmano y, además, no a un
balonmano cualquiera, sino el de la Liga Asobal. Durante las próximas tres
temporadas, defenderá los mismos colores pero en otro formato de juego.
Su contrato con el CAI (de
baloncesto) le obligaba a permanecer en la capital aragonesa. Ante la falta de
actividad, empezó a trabar amistad con los jugadores del equipo de balonmano, ya
que los dos conjuntos comparten pabellón de entrenamiento. Así, poco a poco,
Borja Fernández esbozó ciertas maneras como pivote, gracias a su habilidad en
los movimientos de piernas y de manos. Sus 204 centímetros y 120 kilos de peso
le convertían en un jugador muy difícil de parar. Fernández es lo más parecido,
según dicen, a Juancho Pérez, pivote del San Antonio, que tiene el mismo peso y
mide dos centímetros más que el jugador asturiano.
Muchas vueltas
El entrenador del CAI Aragón,
Fernando Bolea, le propuso que se pensara muy seriamente cambiar el balón grande
por el pequeño. El jugador lo meditó, sabedor de las dificultades que tendría
para encontrar un hueco en el baloncesto nacional. A pesar de tener sólo 23 años
(Pontigón, concejo de Valdés, 25-12-1981), Borja Vidal Fernández ya tiene una
notable experiencia. Después de formarse en el baloncesto en Avilés, donde se
entrenaba, Borja ha ido de un lado a otro buscando una oportunidad que en
Asturias no encontró. Entró en la cantera del Joventut de forma rocambolesca (a
través de un programa de televisión) y llegó a jugar algunos minutos en la Liga
ACB con la Penya hace cinco años.
Pero no tenía hueco en la
plantilla verdinegra, con lo que inició su particular peregrinaje por las
categorías inferiores del basket español. En Melilla demostró que era un pívot
defensivo de garantías con un decente tiro desde la media distancia y buenos
porcentajes desde la línea de tiros libres. Después, Bilbao, donde tampoco contó
con muchas oportunidades. Su deseo por jugar le llevó a Italia. Fichado por el
Nápoles (Lega A) fue cedido al Popolare Ragusa (Lega B), donde explotó como
jugador.
Su buen hacer, combinado con su
carácter amable y excéntrico y su apariencia (lleva rastas y un tatuaje de la
Cruz de la Victoria en el hombro izquierdo) conectaron con la grada, que le
bautizó como 'Hispano'. Allí dejó sus mejores números, con una media de 6 puntos
y casi cinco rebotes en 22,4 minutos por partido. Una nueva oportunidad para
triunfar en España donde el Zaragoza lo fichó.
Falta de confianza
Sabedor de su papel de cuarto
pívot, 'Hispano' fichó por los aragoneses. Pero ni Óscar Quintana en un
principio ni Alfred Julbé, después, demostraron tener la confianza suficiente en
Fernández. Y cuando veía otra vez que su dossier iba a pasearse por las sedes de
los clubes, le llegó la oportunidad del balonmano. Bolea, que llevó al equipo a
la Liga Asobal y que se ha convertido en director técnico, confió en él. Ahora
sólo faltaba el visto bueno del asesor técnico, Valero Rivera: «Es un diamante
en bruto».
Borja Fernández firmó su primer
contrato de larga duración. Tres temporadas, 36.000 euros cada año e incentivos
por rendimiento y por posibles internacionalidades. Si logra estar en el
combinado de Pastor, colocaría otra curiosa anécdota a su currículo. Se iniciará
en su nuevo deporte en el Iberia, filial del CAI, para coger ritmo.
Fuente de información:
ElComercioDigital