En los calores tórridos de este
verano, con músicas callejeras y visitas por todas partes, Gijón lanza un
delicado olor a sardinas que el viento lo baila de calle en calle, desde el
Muelle --el pequeño puerto de pescadores de antaño-- a Begoña, pasando por
Corrida, tan visitada en todo momento. Es un olor a mar, pues solamente una
sardina es todo el mar, o la mar de los puristas que residen al lado de las
aguas.